domingo, 30 de agosto de 2009

DIE LETZTE NACHT QUE PASÉ CONTIGO

En esa maldita noche de invierno, la niebla y la humedad lo cubrían todo. El viento hacía ruidos raros por todos lados. Estaba lloviznando. Me molestaba esa lluviecita. Tenía mucho frío. Me dolía la espalda como el demonio.

El primer edificio por donde empecé estaba ubicado en una esquina. Las bolsas de basura estaban tiradas al pie de un poste que alumbraba la avenida. La luz era bien rala y casi no se veía nada. Llevaba ya más de veinte minutos rebuscando bolsas de todos los colores. Mary estaba al otro lado de la calle.

En una bolsa encontré una muñeca sin ropa. Me pareció raro. La cogí y la puse a un lado. Le faltaba un brazo. Seguí buscando mientras los olores feos me revolvían el estomago. Me paré para alejarme de la cochinada. La vi a la Mary haciendo lo mismo que yo hacía, revolviendo pura mierda. Tomé aire para seguir trabajando.

Solo encontré algunas botellas para reciclar, un cuaderno a medio usar y media docena de lapiceros que tal vez aún servían. La muñeca estaba tirada boca arriba entre cáscaras de tomate, zanahoria y cebolla. Levanté la muñeca y me di cuenta recién de que pesaba más de lo normal. La agarré bien y la revisé. Vi que en el hueco del brazo había una bolsa. Sudé frío y se me puso la piel de gallina. Metí mis dedos y saqué lo que había dentro. Me quedé cojudo. Había hartas joyas. Me agaché y me hice el loco. Las puse en mi mano. Eran varios collares de oro, unos anillos y no sé que más. Mierda. Pensé que todos me estaban mirando. Me asusté. Hice como que buscaba algo en el piso. Me provocó revolverme dentro de toda esa basura asquerosa por la emoción. Y del nerviosismo, me dio un ataque de risa. ¡Qué tal suerte la mía por la granputa!

Me senté a pensar qué iba a hacer. Decidí seguir trabajando para que nadie se diera cuenta. Avancé unos metros más. Recogí un pedazo de queso duro envuelto en papel de aluminio y una vieja cuchilla para afeitar. Llegué hasta la otra esquina mucho más rápido que Mary. Me senté en el piso húmedo. Estaba alterado. No sabía qué hacer. Metí la bolsa en todos los bolsillos que tenía hasta que decidí dejarla en el único bolsillo sin hueco de mi saco.

Mary vino luego y me preguntó qué me pasaba. Le dije que nada, que había acabado antes porque no había nada. Se sentó a mi costado y me enseñó varios juegos de cartas, una botella con algo de licor y unos libritos. Me enseñó otras cosas pero yo estaba pensando dónde vender lo que encontré. Vamos a la casa, le dije. Mary quería seguir buscando. Yo no quería seguir más. Me dijo que iba a revisar un par de cuadras más. Me quedé sentado en medio de la avenida.

Metía la mano a cada rato para ver que la bolsita todavía esté allí. Mary regresó después de un rato. Yo no le hablaba. Ella me hablaba de no sé qué. Quería irme a mi casa. Le dije que agarremos rápido el micro. No me dijo nada. Subimos. Yo seguía con la mano en el bolsillo agarrando mi bolsita. Ella pagó el pasaje. En un momento, Mary me miró raro como preguntándome qué era lo que me pasaba. Me hice el loco y le dije que nada, que me sentía un poco mal. Creo que no me creyó. Yo estaba en otra. Veía todo distinto. Todo iba más rápido. No sé qué era. Las luces me hablaban. La Mary estaba sentada a mi costado mirando la ventana del micro.

Caminamos hasta la casa. El piso estaba un poco mojado. Llegamos y entré rapidísimo. Me fui a la parte de atrás. Me escondí entre la ropa tendida y me puse a ver la bolsita. No veía mucho por la luz. Prendí una vela. Había harta plata ahí. No lo creía. Escuché que Mary me llamaba. Me asusté. Miré para todos lados pensando que alguien me estaba chequeando. Ya voy, grité. Guardé la bolsita. Fui a ver qué quería. Quería que compre una gaseosa. Puta mare dije, ¿y si me cuadran en el camino?, pensé. Fui pero asustado como nunca. Sin darme cuenta, miraba a todos lados como loco.

Regresé a la casa con la botella de gaseosa. La puse encima de la mesa y me fui otra vez afuera. No sabía qué hacer. Escuché otra vez los gritos de Mary. Agarré de vuelta la bolsita e intenté pensar que nadie me miraba, en realidad, quién me iba a mirar en esa porción de arenal. A la mierda. Mañana vendo todo y punto.

Fui a comer tallarines con tuco. Mary me hablaba de una pollada o no sé que vaina que había el fin de semana en el barrio para ayudar al borracho del chato a que construya su casa. Le dije a Mary que iríamos un rato a ver qué pasa. Comí poco. Pensé que Mary se iba a dar cuenta. Me levanté y le dije que yo lavaba todo.

Mary se fue al cuarto. Le dije que iba a arreglar unas cosas. La escuché que se movía por todos lados. Yo estaba a mil por hora. Era imposible que me vaya a dormir. Arreglé todo y me quedé sentado en la mesa con la mano en la bolsita. Me quedé dormido. Me desperté no sé a que hora. Me asusté. Busqué mi bolsita. Ahí estaba. Me fui a dormir. Me acosté con ropa.

Dormí como piedra. Mary me preguntó si me había ido a chupar con los del barrio. Nada que ver, le dije. Me levanté al toque. Me fui al patio. Revisé todos mis bolsillos. Ahí estaba mi bolsita. Me lavé la cara varias veces. Salí a vender esa vaina de una vez. Agarré un micro hasta el centro de Lima. Caminé por el Jirón de la Unión. Me sentía raro, muy raro. Encontré un sitio donde compraban oro. Fui.

Saqué harto billete. Lo metí todo en mi saco. En mi miserable vida había visto tanta plata. Me fui a la casa. Estaba asustado. Mary estaba en el patio lavando. Le agarré el culo y le dije que hoy día le iba a dar una sorpresa. Deja eso, vamos a salir. Me preguntó a dónde. Le dije que ya veíamos en el camino.

La llevé a un hotel caro. Subimos al toque. Me miraron raros esos malditos y me preguntaron si podía pagar la habitación con jacuzzi. Sí pues, con la cara de cholo que tengo. Mary no me decía nada. Estaba muy callada como si sospechara algo extraño. Antes que me preguntara algo, le dije que me habían pagado una antigua deuda. Entramos al cuarto. Nunca había visto un cuarto así. Me quedé callado. No podía creerlo. Me fui al baño. Me vi en varios espejos. Todo era tan limpio, tan blanco. Vi esa gran tina que era el jacuzzi. Mary se sentó en la cama. Estaba oliendo las sábanas y agarrándolas. Escuché que decía que todo olía tan rico. Todo está tan limpio, no lo puedo creer, decía.

Le dije a Mary para ir a comprar algunas cosas. Fuimos a un supermercado. Compré una botella de whisky cara. Me compré también cigarros y muchas cosas para comer. Mary me dijo para comprar cosas para la casa. Le dije que no joda, que compre lo que necesite para disfrutar y pasarla bien esa noche. Pagué. Fuimos a otra tienda. Mary se compró ropa nueva. Luego unos zapatos. Le dije al oído que se compre ropa interior sensual, para que se vea rica. Me miró con cara de loca. No me creía. Le dije otra vez que se olvide de la casa y de la chamba. Por fin entró a otra tienda. Yo me quedé en la calle. Tenía muchas bolsas conmigo. Tenía el billete en mi saco. Tenía también mi cuchilla. Me asusté porque pensé que alguien me quería robar, pero como estaba lejos del barrio, nadie me conocía. Igual me asusté. Saqué mi cuchilla y me la puse en el bolsillo de mi pantalón.

Me senté en unas bancas. Prendí un cigarro. Hacía años que no fumaba. Tosí varias veces. Revisé las bolsas. Se me hacía agua la boca. Decidí abrir una de las bolsas. Comí varios cabanossi. Primera vez que comía eso. Estaba rico.

Después de casi media hora, regresó Mary. Me devolvió unos billetes. Le dije que se los quede. No me dijo nada y paré un taxi. Entramos al hotel y le dije al pata que nos abrió la puerta que quería que me presten platos, vasos y cenicero. El zambito me dijo que todo eso lo podía encontrar en el cuarto. Me dijo también que había una refrigeradora con cosas para tomar y que si me daba hambre, que llamase a recepción.

Entramos al cuarto. Dejé todo en la salita. Abrí las cortinas y pude ver parte de la ciudad desde ese décimo piso. Mary se fue al baño. Le pedí que no se demorara. Empecé a abrir las bolsas. Me quité el saco y lo tiré por ahí. Guardé mi billetera y mi cuchilla en la mesa de noche. Luego, me calateé y me puse una toalla. Abrí el whisky y me serví un vaso llenecito. Felizmente había hielo. Miraba todo, casi calato, desde la ventana. La abrí y sentí todo el tráfico y la bulla. La cerré. Me faltaba música. Prendí la televisión y me quedé viendo un rato. Salió Mary.

Me sequé el vaso. La vi mamacita carajo. Tenía puesto un vestido negro y estaba con el pelo suelto. Me le acerqué. Olía a rosas. Se me paró al toque. Ya estaba medio movido. Le dije para irnos a la cama. Me dijo que todavía no. Me molesté, pero bueno, me fui a la salita y seguí tomando. Prendí otro cigarro.

Vamos al jacuzzi le dije. Fuimos. Prendí el agua. Salía hirviendo. Probé hasta que pude regular la temperatura y llenar la tina. Moví todo hasta que salieron los chorros de agua. Fui a traer más trago. Mary no se quería meter. Le dije que de una vez lo haga. Me acerqué a ella y empecé a quitarle la ropa. Nos metimos calatos y lo hicimos ahí mismo. Fue buenazo. Primera vez que escuché gritar tanto a Mary. Eso me puso más bestia. Me serví más trago y le dije que me la chupe. La contemplaba sumergida en el agua, mientras lo hacía. Me quedé largo rato mirando el techo. Mary se quiso ir luego a la cama. Le dije que se quede. Después le dije que mejor vaya a preparar algo de comer.

Salí, cogí una toalla y fui a la salita. Estaba muy ebrio. Tenía mucha hambre. Mary estaba sentada viendo televisión. Le pregunté qué había para comer. Me señaló las bolsas que había comprado. Me asé. Me puse a gritar que era una chola bruta y que se diera cuenta de a dónde la había traído. Me desesperé. La agarré del pescuezo y le metí una cachetada.

La empujé y se cayó de espaldas al suelo. Me acerqué a las bolsas y me empecé a tragar todo lo que había. Me serví más whisky. Me quité la toalla y me quedé calato. Le dije a Mary que se levantara y que se vaya a la cama. Luego fui yo. La destapé para montarla. Se me resistió y le metí otro cachetadón. Abrí el cajón de la mesa de noche y saqué mi cuchilla. Se la clavé varias veces en el pecho. Su sangre me manchó toda la cara. Estaba caliente. Sus uñas me arañaron la espalda. Me ardía. La insulté. India necia carajo. Sabía que nunca le iba dar más que esto. No opuso resistencia. Parecía que sabía ya qué iba a pasar. Puse mi cabeza en su pecho lleno de sangre. Lloré. Me dormí.

Me quedé sin mujer, sin plata y sin libertad. La felicidad y la desgracia llegaron de la mano. Lo que me espera es pagar por eso. Ya no quiero salir de acá, ya para qué.

martes, 25 de agosto de 2009

CONSTRUYAMOS DE UNA VEZ EL ARCA DE NOÉ: REFLEXIONES SOBRE LA (Y NUESTRA) DIVERSIDAD BIOLÓGICA

En el hipotético caso de vernos obligados a construir el arca de Noé debido a que la Tierra colapse totalmente o que tengamos que mudarnos a otro planeta, ¿qué especies deberíamos incluir de todas maneras y cuáles deberían "ahogarse"? La respuesta no la tenemos aún. Además, surgen otras dudas como por ejemplo, ¿cuántos especímenes de cada especie como mínimo deben estar incluidos? Un grupo de científicos ha intentado contestar estas interrogantes. Y es que en términos metafóricos una gran inundación amenaza con desaparecer a casi todos los animales y plantas que nos rodean. La historia bíblica es conocida y al parecer, ha cobrado vigencia ante la gran amenaza que se cierne sobre muchas especies biológicas por las actividades humanas.

Hace unos meses se anunció que en la Antártida se había construido una especie de cueva secreta en donde se almacenarían las principales semillas que salvarán a la humanidad de una hambruna ante cualquier fenómeno climático severo. Ya se sabe que el futuro no es muy promisorio para la diversidad biológica si no hacemos algo al respecto. Los biólogos desean salvar de la extinción a las especies amenazadas, pero ―lamentablemente― no se puede salvar a todas. La pregunta es también: ¿cómo hacerlo de la mejor manera?

Adicionalmente, determinar qué especies tienen prioridad le “rompe el coco” a muchos científicos. En el intento de avanzar en esta importante iniciativa, un equipo formado por especialistas de la Universidad Charles Darwin de Australia y de la Universidad de Bonn en Alemania han intentado hacer la lista de especies que debería seleccionar Noé en el caso de las vacas africanas. El resultado fue el siguiente: 1000 especímenes hembras y 100 machos de la especie vacuna borana procedente de Etiopía. El que los científicos hayan elegido a estos vacunos para este experimento tiene su explicación.

Y es que en ningún otro género animal se ha reportado la extinción de tantas razas. El 16% de todas las especies vacunas criadas en la historia han desaparecido, según se reporta en la revista científica "Ecological Economics". Asimismo, el 15% de las razas está amenazado y del 30% de ellas, su estado es incierto. La causa de esta situación no es una gran inundación, sino las reglas del mercado. Las razas que no producen mucho y no son rentables, simplemente desaparecen. Así de cruda es la realidad.

¿Qué perdemos?

La pérdida de una especie animal o vegetal no solo es dramática desde el punto de vista biológico, sino también desde el punto de vista económico tiene desventajas, dado que el pool genético se reduce. Es decir, las opciones de mejoramiento de la especie para crianza, resistencia a plagas y adaptaciones al cambio climático desaparecen. Así, si las especies que sobreviven se empiezan a extinguir, no hay de donde "reabastecer". Al no tener un reservorio genético al cual recurrir para fortalecer a una especie, sus posibilidades de sobrevivir en la Tierra disminuyen.

En el caso de las vacas, su crianza y conservación merecen igual atención que la de otros animales y es por eso también que estos rumiantes fueron elegidos como ─paradójicamente─ conejillos de Indias. Así, en cuanto a las vaquitas ¿qué especies deben salvarse?, ¿cuánto esfuerzo y energía debe invertirse?, ¿qué raza debe salvarse a la brevedad posible por encontrarse a un paso de la extinción? Algunos investigadores aplicaron la fórmula de Waitzman (denominada así debido al trabajo del economista de Harvard, Martin Waitzman) y un estudio económico para contestar estas interrogantes. Se trata en realidad de un análisis entre la viabilidad financiera y el éxito estimado de la preservación de la especie.

El objetivo finalmente es calcular qué especie da más plata y debe ser retenida en el planeta. Así de simple, para qué complicarnos más. No obstante, cuando una especie no está amenazada o si las posibilidades de salvarla son mínimas, se recomienda no invertir en ella para su conservación. Bajo estos preceptos, se determinó que la especie vacuna etiope borana debe ser incluida en el Arca de Noé de todas maneras, ya que con poca inversión monetaria, se tendrían altas posibilidades de salvarla de la extinción.

Salvar para comer

En la ecuación de Waitzman se incluyen factores como: ¿qué especie es única genéticamente hablando?, ¿qué valor tiene la especie en el mercado?, ¿cuáles serían las posibilidades de sobrevivir de la especie si se aplican planes para salvarla de la extinción?, ¿qué tan cara es su protección? En el caso de la vacas, no se puede calcular con claridad la preponderancia genética de cada una de las razas, ya que no existen mucho estudios al respecto, pero en el caso de estos bovinos africanos, en Etiopía existen las mayores posibilidades de que la especie sobreviva; porque allí se podrían cruzar con otras razas locales.

La vaca borana tiene varias subespecies que viven en Etiopía, Kenia y Somalia. Además, se ha determinado que la raza borana está más amenazada en Etiopia y que en Kenia se consiguen mejores precios por ella. Con todo esto, el resultado final es que se deben conservar como mínimo 1100 especímenes de dicha especie. Extrapolando el resultado (en base al estudio de las vacas), se calcula que para salvar a cualquier animal se necesitan como mínimo 1000 hembras y 20 machos. Es decir, con 1020 individuos de una especie, esta podría salvarse de la extinción.

No obstante, y regresando a las vaquitas, la diversidad genética debería ampliarse y se parte de que no todos los especímenes seleccionados estarían en un solo lugar, sino en 100 poblados distintos. Y este número coincide con el de los machos, lo que significa un toro por poblado. La ventaja del método Waitzman, según sus seguidores, es que no se necesitan tener todos los datos para aplicar su metodología y determinar qué especie tiene las mejores posibilidades de ser salvadas.

¿Y en un país megadiverso?

Qué terrible intentar definir que en un caso hipotético deberíamos salvar, digamos, a la mitad de nuestras aves endémicas. ¿Cuáles serían estas? Podríamos tal vez salvar a la Pava Aliblanca, al Zambullidor de Junín, al Colibrí Maravilloso y dejar que se extingan la Cortarrama Peruana, el Potoyunco y el Pitajo de Tumbes. O quizá debamos salvar a la Chinchilla y al Mono Coto de Tumbes y dejar que se extingan el Mono Choro de Cola Amarilla y la Taruca. ¿Cuánto vale nuestra diversidad biológica para poder saber qué especies conservar y a cuáles dejar que se extingan?

Por supuesto y felizmente estos escenarios son utópicos, pero quién nos dice que no se den en algún momento. Lo ideal, claro está, es que toda nuestra diversidad biológica sea preservada y que podamos disfrutar de ella, tanto nosotros como nuestros descendientes. Y no solo eso, debemos poder usarla sin que se extinga, pero, ¿es eso posible? ¿Qué nos sucedería si en unos años se extingue el Zambullidor de Junín? Nada. La gran mayoría ni se enterará o simplemente ni siquiera habrá conocido a esta ave.

¿O es que debemos salvar solo especies que nos sean económicamente rentables? Así por ejemplo, recurriendo al ejemplo de las aves, específicamente a las seis especies del género Incaspiza y que son endémicas del valle del Marañón, ¿cuáles son las más rentables o las que deberíamos salvar? Creo que nadie lo sabe. En un lugar tan reducido y vulnerable lo que podría pasar es que desaparezca todo el género. Nos espera un gran reto, pues justamente siendo nuestro un país tan fragmentado ─ecológicamente hablando─ y siendo esa la base de nuestra diversidad biológica, el reto es mayor.
Artículo publicado el 16 de agosto de 2009 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.

viernes, 21 de agosto de 2009

LA LISTA ROJA Y LAS OVEJAS ENANAS. ANIMALES EN PELIGRO


Según la International Union for Conservation of Nature (IUCN), 869 especies animales se extinguieron el año pasado y 17 000 están amenazadas actualmente. La meta de reducir la extinción de especies para el 2010 es, para la IUCN, imposible de alcanzar. El planeta será testigo de la desaparición masiva de especies en los siguientes años. Para el vicepresidente del programa de salvación de especies de la IUCN, Jean-Christophe Vie, “los gobiernos deberían ponerle la misma convicción que le ponen al desarrollo económico e industrial y a buscar salidas a la crisis financiera, a la preservación de las especies biológicas”.

En la lista de las actividades más letales para la flora y fauna del planeta están la deforestación, la contaminación ambiental, la sobrepesca (con la brutal matanza de las especies que caen en las redes y que no son deseadas, tales como tiburones, lobos marinos, focas, etc.) y la caza ilegal. Las mencionadas actividades humanas son más dañinas que los efectos del calentamiento global, según la IUCN. Estos datos fueron presentados en junio de este año en la ciudad suiza de Gland.

En el informe titulado “El mundo animal en un mundo cambiante” se analizó los casos de 44 838 especies animales que figuran en la Lista Roja de las Especies Amenazadas de la IUCN. Se determinó también que por lo menos 16 928 especies están al borde de la extinción (en el 2007 eran 16 300 especies). Y dado que solo se ha estudiado el 2,7% de las más de 1,8 millones de especies que existen en el mundo, estos cálculos son bastante conservadores.

Los expertos señalan además que en el mar la situación es muy crítica. La IUCN indica que un tercio de todos los tiburones y peces raya están amenazados de extinción. El 86% de las tortugas está amenazado, al igual que 845 tipos de coral que forman los arrecifes marinos. El 20% de los corales está a punto de desaparecer. Asimismo, el 28% de las aves marinas luchan por sobrevivir, mientras que en el caso de las aves terrestres es el 12%. Cada tercer anfibio y cuarto mamífero está amenazado de extinción. La situación es realmente grave.

Chiquititud

En mi vida había escuchado algo sobre la isla escocesa de Hirta; y menos que allí habita una especie de oveja enana; y mucho menos que el tamaño promedio de dicha raza salvaje (Oveja de Soay) ha estado disminuyendo los últimos años. La razón de la reducción del tamaño de este mamífero, se debe a los efectos del cambio climático en el planeta. Ya desde hace varios años, este cuadrúpedo era un misterio para los científicos pues no lograban encontrar una explicación a dicha situación. Desde el año 1985 a la fecha, se estima que el promedio del tamaño de su cuerpo se ha reducido en un 5%.

Según explican los científicos, siguiendo las reglas de la evolución, las ovejas deberían, conforme avanza el tiempo, aumentar de tamaño. Esto debido a que los ejemplares más grandes y fuertes de una especie enfrentan mejor las condiciones naturales y tienen más oportunidades de sobrevivir (claro, gran parte de esto, se lo ha tirado abajo el hombre). Además, los más grandes tienen mayores oportunidades de procrear que los especímenes chicos y débiles. Asimismo, los más grandes tienen más crías, las cuales reciben los mejores genes salvaguardando la supervivencia y continuidad de la especie.

No obstante, el calentamiento global del planeta parece, en este caso y posiblemente en otros que aún no hayamos registrado, tirar todas estas leyes biológicas por la borda. Cada año, los inviernos duran menos y son cada vez más templados, lo que ocasiona que los especímenes más débiles y chicos de esta especie también sobrevivan. Es decir, las leyes que determinan que los más aptos y fuertes deben sobrevivir, ya no se aplican.

Además, dicha situación genera que las ovejas no crezcan tan rápido como antes debían hacerlo, dado que en los primeros meses de vida se veían obligadas a tragar todo lo posible para subir de peso y crecer lo más que se pueda, a fin de almacenar energía y grasa para afrontar y resistir al duro invierno. Actualmente, la situación es otra, ya que las ovejas encuentran alimento durante todo el año, por lo que las condiciones para sobrevivir ya no son tan severas como siempre lo fueron. Este escenario determina que las ovejas que crecen más lentamente y menos, puedan seguir existiendo originando que se encuentren dentro de las poblaciones de estas ovejas escocesas a ejemplares más chicos, y que, cuando se crucen entre sí, el promedio de tamaño disminuya.

Más enanos

Existen otros ejemplos de este caso, en donde el hombre, a través de sus actividades, pone de cabeza el ritmo biológico del planeta. En Canadá por ejemplo, la caza deportiva de alces, renos y venados de grandes cuernos ha ocasionado que los ejemplares de estas especies con cuernos pequeños hayan podido sobrevivir a las cacerías. Hoy en día se encuentran muchos especímenes de estas especies con cuernos muy reducidos si se les compara con el promedio.

Algo similar sucede con los elefantes jóvenes. Cada décima cría viene al mundo sin sus característicos colmillos. Tal situación es parte de las adaptaciones biológicas de los paquidermos para evitar la cacería. En el mundo marino también se han registrado cambios debido a la mano del hombre. El tamaño promedio de muchos peces se ha reducido. De esta manera, los peces más chicos tienen posibilidades de escapar a las redes. Así también, muchos peces han optado por no crecer tanto y por madurar sexualmente más rápido con el propósito de reproducirse lo más pronto posible antes de ser capturados.

Todos estos cambios ocasionados por las actividades irresponsables y no reguladas del hombre van en contra de las leyes biológicas generando cambios que tal vez, por ahora, no percibamos como dramáticos. Sin embargo, con el tiempo podríamos apreciar cómo estamos modificando un sistema tan complejo como el de la naturaleza que ha funcionado tantos años a la perfección y que se ha visto alterado única y exclusivamente por nosotros, los habitantes más peligrosos (hasta ahora que sepamos) del universo.

¿Qué implica que los inviernos sean menos severos? Mucho. Tomando como ejemplo a las hormigas o a algunos roedores que siempre se la pasan gran parte de los veranos recolectando víveres para afrontar el invierno, si los periodos fríos son cada vez más cortos o en general, el frío disminuye, estos animales ya no tendrán que permanecer meses en sus guaridas y podrán reproducirse e invadirnos. Así también, muchas plagas e insectos restringidos a zonas tropicales debido a los fuertes inviernos de algunos lugares podrán colonizar nuevos espacios, ya que cada vez estos sitos se vuelven más templados.

Tal vez los que deberían reducirse en tamaño somos nosotros. Así dejaríamos de utilizar tanta energía, comeríamos menos y no impactaríamos tanto en el medio ambiente. ¡Qué vivan los chatos!
Artículo publicado el 20 de agosto de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:

jueves, 20 de agosto de 2009

ME FASCINA LA PELUQUERÍA


Con una melena impresentable y con los crespos hechos decidí ir a cortarme el pelo. Para mi felicidad, era el único cliente. Mi nueva peluquera dejó instantáneamente lo que estaba haciendo para atenderme. Me invitó a tomar asiento y, en menos de dos segundos, ya estaba con una manta encima. Me ofreció algo para leer y para tomar, pero yo, todo un caballero, le dije que no deseaba ni el periódico ni lo que seguramente me iba a ofrecer, es decir, café de lata. Así que, con los ojos cerrados y decidido a relajarme esos minutos sin pensar en nada importante, me dejé transportar por sus manos a donde sea.

Mi estado duró poco porque al minuto, mi peluquera me invitó a otra silla, pero esta vez para lavarme la cabeza. Caminé unos pasos enfundado en una manta blanca (parecía un enfermo desahuciado rumbo a la tumba) y dejé mi cabeza a su disposición. La incliné para atrás y sentí como el agua inundaba toda esa masa de pelos, cuero cabelludo, neuronas y pensamientos inútiles. Cerré nuevamente los ojos mientras sentía sus manos deleitarse con mi cabeza. Se sentía muy bien y estaba feliz de la vida sintiendo unos masajes calientes en mi cráneo.

La felicidad no puede durar mucho. Y esta vez fue así. Mi peluquera dejó de acariciarme la cabeza. Ya no me sentía en el paraíso. Sus manos me secaban los oídos hasta que escuché que debía regresar a la silla para trasquilarme. Tomé asiento. Luego, tras unos minutos de silencio, ella me preguntó qué hacía por la vida. Le conté de mis aventuras con las letras. Le dije también que viajaba. Y es que me preguntó cuándo fue la última vez que me había cortado el pelo, y yo, que había pasado por otra peluquera hace no más de dos meses, le dije que por cuestiones de viaje, no había podido visitarla. No quería reconocer que le fui infiel. Le tuve que mentir. Qué horror.

Mientras ella jugueteaba con mis mechas, me hacía diversas preguntas, las cuales yo contestaba con inmenso placer. No ahorraba palabras y hablaba como una cotorra (yo más que ella). Ahora me sorprendo de todo lo que dije y hasta me inventé algunos viajes a lugares que aún no conozco (a los que debo ir con suma urgencia por si ella me vuelve a preguntar). Con cada corte me sentía más hablador. Mis ganas de relajarme y de permanecer con los ojos cerrados y callado, se desvanecieron del todo.

Debo sostener en defensa propia (por si es necesario) que no me encontraba bajo el efecto de algún estupefaciente o de alguna bebida energizante (solo había tomado un espresso una hora atrás) que explique mi conducta. Asumo que tal vez el efecto de mi verborrea se deba al masaje craneal anteriormente recibido. Seguí parloteando con mi peluquera sobre temas de farándula, economía, política y sobre los últimos hechos del acontecer nacional. Yo no paraba de lanzar predicciones y de proclamar casi el fin del mundo si no hacíamos algo para cambiar nuestra situación.

Me encontraba en esa grandilocuencia y casi arrebato cuando mi peluquera, por una cómoda suma, me invitó a aplicarme unas ampollas en la cabeza que, según ella, reforzarían mi cuero cabelludo y mi frondosa cabellera. De solo pensar que estaría una vez más con la cabeza reclinada en sus manos sintiendo los masajes y el agua caliente, acepté sin chistar. Me dirigí casi corriendo a que hagan de mi cráneo lo que sea con tal de gozar de unos instantes más de gloria. Me esperaban, según me dijo mi peluquera, diez minutos de, como dice Fulanito (un merenguero dominicano), “gozadera total”.

Tomé posición y pasé de la elocuencia a la contemplación y al silencio. Cerré los ojos y solo me dejé llevar por el vaivén de las manos de mi peluquera. No dije nada en esos minutos (los cuales, finalmente, creo que fueron menos de diez). Lo bueno es que ella entendió que yo no quería hablar. Sentí cómo me remecía todo lo que se llama cabeza y que mis pensamientos eran más claros. No quise que se acabaran esos momentos, no obstante, tras esos divinos minutos de relajo, se acabó mi sesión. Sentí otra vez unos dedos en mis orejas y acepté con resignación que todo terminó.

Sentí también una tristeza profunda y como que hubiese estado toda la mañana con mi peluquera. Me miré al espejo. Vi lo mismo de siempre (con menos pelo) y me despedí cortésmente de ella. Prometí volver a los dos meses. Faltan 55 días.

jueves, 13 de agosto de 2009

GERALD


Mientras escuchas la voz angelical de Tori Amos junto a Robert Plant interpretando “Down By The Seaside”, deseas que la noche termine de una vez por todas. Sin embargo, antes de que eso suceda, decides salir al techo de tu casa. Intentas disfrutar un rato de calma luego de que el tráfico se ha apaciguado y el ruido es menor. Te sientas en el muro del techo y aprecias algunas estrellas rebeldes que se asoman en el cielo citadino. Hace calor, pero el aire te refresca un poco. Te quedas mirando las caprichosas ramas del algarrobo que han invadido parte del techo. Un par de gatos se entrecruzan por ahí. Tu mirada se queda fija en el algarrobo. Recuerdas pasajes de esos días acalorados de verano que pasaste en el norte con tu hermano gozando del apacible sol norteño. La música llega hasta donde estás. Te quedas alucinando a la pelirroja desnuda en una bañera. Sus ojos verdes te recalcitran el cerebro y sus cabellos te hacen un nudo en el cuello que te acerca a ella. Huele como el extracto más fino de Jean Baptiste. Su voz te provoca una erección explosiva. De pronto, de entre las ramas del algarrobo aparece el gnomo. Te mira inquisidor desde su rincón. El liliputiense maneja una bicicleta y da vueltas por el techo.

Se llama Gerald. ¿Qué idioma de mierda habla? No intentas entender esa mescolanza de términos. Tal vez hable búlgaro, finlandés o vasco. Qué importa carajo, si igual no deseas hablarle, ¿o sí? Tras unos minutos, Gerald se detiene y se baja de su bicicleta. Se acomoda la ropa y busca tu mirada haciendo unos gestos extraños. Tu mente nublada por recuerdos vaporosos provenientes de Neckarsteinbach y de una pared medieval inundada por plantas rojas trepadoras, se resiste a prestar atención. Una puesta de sol en el hermoso río verde, queda impregnada en tus pupilas desorbitadas. Gerald te llama por tu nombre. Escuchas la moto y los timbales que te despiertan. Enano de mierda me has asustado. Tu corazón palpita más de lo normal.

Todo terminará en llamas te dice, agarrándose el diminuto mentón. Concentras tu mirada en él. Gerald dice un par de cosas más, pero no le prestas atención, pues estás intentando imaginar cómo combatir el voraz aniquilamiento de todo lo que te rodea. ¿Y tú cómo lo sabes? No lo sé, lo presiento, pues todo apunta a eso. Habla tu idioma Eugene (Gerald te dice Eugenio). El enano viste como si se fuese de cacería al monte y porta una cantimplora negra. Le preguntas qué bebe. Te responde, mirando el cielo, que toma vino tinto. Te provoca beber un Shiraz de buen culo que te invada todas las células con sus divinas mescolanzas de cerezas y fuertes robles.

Gerald sigue hablando. Abrió su diminuta cantimplora y tomó un violento trago de vino. Se limpió la boca con la manga. Mientras, tú, por si acaso, limpias tus lentes con tu polo verde.

Lo contemplas ensimismado en su pequeñez y astucia. Gerald sigue platicando contigo pero tú no le haces caso y sigues pensando en cualquier otra cosa. Te paras y piensas en nada y en todo a la vez. La música sigue disparando dardos de melodías alegres que te traen agradables recuerdos. Pese a que Gerald eleva el tono de su voz y te sigue hablando -aunque más parece que te está recriminando algo-, te esfuerzas por apartarlo de ti pero te acostumbras rápidamente a él. La noche se va volviendo más calma. Miras el cielo otra vez y reparas que se ha vuelto más negro.

Te vuelves a sentar Eugene. No tomas en cuenta de que Gerald te sigue hablando y contemplando. Te quedas mirando el algarrobo y ves que todo desaparece ahí. Decides retirarte a descansar. La noche te venció otra vez. El día siguiente será tu destino ineludible. Ya en tu dormitorio sientes que algo te persigue. Del cajón de tu ropero se escapan ruidos sospechosos. Gerald está tirado, entre calzoncillos y medias, panza arriba mirando el techo. Te quedas contemplándolo como si fuese un ajolote en una pecera. Se levanta y te mira fijamente. Su mirada chiquita se impone. En el fondo ves una luna casi llena. Un gato te maúlla desesperado. Hace calor.

Eugene es hora de dormir. Vas a estar cansado mañana. Basta ya de consejos inútiles. Gerald se cuelga de tu brazo. Se coge de ti como un perezoso selvático y te incrimina para que lo lleves hasta la sala. Bajas prendiendo todas las luces un tanto desconfiado de la situación. Depositas tu humanidad en el sillón. Al frente tuyo descansa Gerald con su uniforme de cacería, su cantimplora y una pequeña libreta de notas, realmente pequeña.

Te voy a contar una historia Eugenio. No dijiste nada. No te voy a decir de dónde vengo, ni a dónde voy, ni qué hago acá. Tampoco te interesa, por lo que me dice tu mirada. El día que nací, decidí que no me quedaría donde estaba y que seguiría mi rumbo, tal como lo vengo haciendo. No me detengo, mañana me voy. He recorrido muchos lugares. En ninguno me quedo. He visto de todo. Estuve en Brasil, en una selva tupida apreciando seres extraños que se confundían en la espesura del bosque con divinidades muy antiguas. He estado en el mar de Uruguay, refrescándome con una brisa suave de oriente y percibiendo varios olores salinos, carniceros y atlánticos. Estuve en Argentina, en calles bulliciosas descansando en un hotel barato donde sentí que una fuerza extraña me atravesaba el cuerpo. En Chile viajé varias veces en un metro frío y extraño para bajar con gruesas botas a caminar por La Moneda. En Tacna estuve en una estación de bus rodeado de paquetes innumerables llenos de golosinas, zapatos, ropa, artefactos y mil chucherías. Estuve en la puna de tu país caminando por alejados páramos comiendo habas fritas hasta casi reventar. En la selva alta visité unas aguas gigantescas que salpicaban por doquier. En la costa visité pirámides de espectacular belleza que apuntan hacia el mar y que están rodeadas de bosques milenarios. En la selva baja estuve en un pueblito perdido entre dos ríos saboreando diversas frutas y viendo a las gallinas caminar. Intentas disimular un bostezo. Estuve luego en una playa interminable donde por primera vez entendí lo que son los espejismos.

En Estados Unidos caminé por un valle hermoso de imponente figura y me perdí luego en una avalancha de concreto. En España estuve en las arenas apreciando mujeres desnudas de todos los colores y comiendo chorizo picante en un bar repleto de gente. En Francia caminé bajo la lluvia por callecitas de ensueño y aprecié el río Sena que alguna vez se tiñó de rojo. En Ámsterdam estuve en un parque iluminado y en diversos bares rojos de sórdida música e inconfundibles olores. En Luxemburgo caminé por calles perfectas y tomé asiento en una silla amarilla y dura, mientras esperaba un avión. En Cuba estuve en una pista de aterrizaje con un calor bárbaro, escuchando gritos por todos lados. En Canadá patiné en una capa de hielo y aprecié un horizonte único de mixtura naranja con azul. En Irlanda del Norte estuve en un baño frío y vacío. En Italia estuve durmiendo en un terreno volcánico y recolectando liras para un expresso. En Suiza caminé por un pueblo envejecido y pulcro que olía a vacas y a chocolate. En Alemania anduve en bicicleta por un lago y visité un estadio donde me embutí salchichas hasta casi explosionar. También recogía para alimentar a la mascota de una amiga -que era un cuy- varias hojas de “diente de león” que crece como mala hierba. Te acordaste inmediatamente, mientras Gerald seguía parlando, de cómo te estremeciste cuando leías “Lo bello y lo triste” de Yasunari Kawabata y te topaste con esta hierba. Tu mente se alejó y se aisló. Gerald continuaba su narración. En Eslovaquia casi desaparezco en la nieve y me quebré mientras caminaba por el frío maldito de un camino que nunca terminaba. En Polonia viajé en un tren y frente a mi asiento iba una vieja con la cara acartonada por el frío que bebía una extraña mezcla de alcohol con extrañas hierbas. Gerald detiene su monólogo y bosteza. Me estás contagiando Eugenio.

Te queda grabado el instante preciso en el que te conmoviste al pensar en el ritual del recojo del alimento para el cuy. Ese animal emblemático en una tierra que le era totalmente ajena. Solo, como tú nunca quisieras estar Eugene. Gerald continúa hablando sobre sus experiencias y desazones. Tú le haces caso a medias. Te preguntas una vez más ¿qué coño hago acá? El viaje de Gerald comienza a parecerse a tus últimas experiencias Eugene. Gerald te narra la historia de aquellos hombres que se encontraron en la guerra y que decidieron hacerse amigos. Uno de ellos tuvo que subirse a un asta a izar la bandera de su país. Mientras descendía, fue alcanzado por un proyectil enemigo. El amigo recibió el cuerpo de su amigo entre lágrimas y furia. Lo primero que hizo fue jurar venganza. Depositó el cuerpo de su compañero en el piso y le cerró los ojos. Arrancó una medalla, extrajo un lapicero de su bolsillo y de su pantalón sacó una libretita.

Dibujó un tulipán, anotó el día y la hora, así como el nombre de su amigo. Luego, partió en dirección hacia donde podía haber venido el proyectil. Nunca más se supo de él. Algunos dicen que no descansó hasta aniquilar a todos los enemigos. Otros dicen que desistió y que se casó con una mujer. Los más incrédulos aseguran que ni bien desapareció fue asesinado de tres balazos. La bandera permanece hasta hoy sacudiéndose con el viento, pese a que la isla es ocupada por dos etnias. Eugene siguió pensando, mientras Gerald intentaba darle otros aspectos de su historia que podrían ayudarlo a entenderla.

Gerald se quedó callado. Eugene hacía lo mismo ya hace bastante rato. En la puerta se reflejaban extrañas figuras. Gerald salta del sillón y empieza a caminar de un lado a otro. Eugene lo sigue con la mirada sin decir nada. Se va haciendo cada vez más chiquito. Su voz es débil. De pronto, Gerald empieza a esfumarse. Su cuerpo se empieza a desdibujar. Unos segundos más tarde, ya no está más. Te niegas a buscarlo y piensas que ya debe regresar. Te quedas reflexionando sobre esos momentos que tal vez ya no van a regresar, como por ejemplo, viajar por paisajes llenos de nieve, conversar con turcos, griegos italianos, kurdos, alemanes, nigerianos y marroquíes en una sola mesa, andar por calles empedradas con varias cervezas encima y bailar en un techo antes de irte a Estados Unidos.

Gerald ya no está. Eugene ahora sí estás solo. Debes ir a dormir. Es tarde. Te niegas a levantarte y te echas en el sillón. Te quedas dormido con las luces prendidas en una posición demasiado incómoda. Te levantas en la madrugada con frío. Estás vivo. Escuchas una voz que te llama. Cierras los ojos. Finalmente te levantas de un salto. Piensas ver a Gerald en el sillón. Solo ves unos cojines y algunos cráneos. Decides ir finalmente a tu cama.

Ya en tu cama, no puedes conciliar el sueño. Te da miedo. Te entra un repentino pánico. No estás solo Eugene. Eso crees. Escuchas la noche caducar. Te abrazas a tu almohada. Intentas recordar momentos bellos en los últimos días, cuentas escenas gratas. De pronto, te quedas dormido.

Te levanta el simple deseo de levantarte. Corres al cajón de tu closet. No está, claro que no está. Tampoco está abajo. Buscas en tu memoria. Ahí está, ahí está todo Eugene.

miércoles, 5 de agosto de 2009

CANCIONES PARA MI MUERTE I

Un temor recurrente me ha asaltado estos últimos días debido al reporte de diversos decesos. Una conversación sobre herencias y testamentos me ronda por la cabeza. Caminar por la calle despreocupado de lo que pueda pasar es imposible. Qué miedo carajo. Es por eso que con manos temblorosas y con los nervios de punta, he hecho una lista preliminar (v.01 y posiblemente la última) de las canciones que deberán tocarse sí o sí mientras estoy expuesto al público de manera horizontal descansando en un cubículo sin aire.

Por favor escuchen esta música como yo lo hubiese hecho, es decir, o con algo de alcohol en el organismo, con parsimoniosa contemplación del medio que nos rodea (bueno que les rodea, a mí solo me rodea un fuckin cajón) o conversando animadamente y de manera despreocupada. O tal vez en completo silencio pensando en las malditas musarañas.

La lista es la siguiente:

1. Borinquen tiene montuno – Ismael Miranda
2. Lamento de un guajiro – Ismael Miranda con Orquesta Harlow
3. Quítate tú – Fania All Stars (Our latin thing)
4. Jamaiquino – Adalberto Santiago (con Larry Harlow´s Latins Legend Band)
5. Ausencia – Hector Lavoe
6. Descarga Fania Vocals: Adalberto Santiago - Fania All Stars (Our latin thing)
7. Bruca Manigua – Ray Barreto (Vocals: Adalberto Santiago)
8. Escape – Muse
9. Invincible – Muse (Live at Wembley Stadion)
10. Alles wird in Flammen stehen – Tocotronic
11. Ich bin ganz sicher schon einmal hier gewesen – Tocotronic
12. So jung kommen wir nicht mehr zusammen – Tocotronic
13. Black Star – Radiohead
14. True love waits – Radiohead
15. Idioteque – Radiohead
16. Stop whispering – Radiohead
17. In the Light – Led Zeppelin
18. Dazed and confused – Led Zeppelin (Live in The Song remains the Same)
19. Thank you – Led Zeppelin
20. Mother – Pink Floyd
21. Twon suns in the sunset – Pink Floyd
22. Fix you – Coldplay
23. All I want to do is rock – Travis
24. Funny thing – Travis
25. Stay together for the kids – Blink 182
26. Digital bath – Deftones
27. The Köln Concert – Keith Jarret
28. Lass mi amoi no d'Sun aufgehn segn – Georg Danzer
29. Elfie – Georg Danzer
30. Carolina Caro, Panaman Tombe, El Corneta, El Buñuelo de María, El Corneta, Dónde va José, El Demonio de Batey, Y que mi socio – Daniel Santos (El Jefe) con la Sonora Matancera.
31. Watching TV – Roger Waters
32. Woman of Custom – Rick Wright
33. So far away – David Gilmour
34. Down by the seaside – Robert Plant and Tori Amos
35. Mayari – Larry Harlow (vocals Justo Betancourt)
36. No me digan que es muy tarde ya – Ismael Miranda
37. Fat old sun – Pink Floyd

En ella encontrarán de todo. Desde canciones destructoras de cerebro, otras menos tóxicas, buena salsa (de la dura), hasta el sabroso bembe. La idea es tener de todo un poco. Sé que muchas canciones se han quedado fuera de esta lista y de verdad eso me crea una gran preocupación. Espero en estos días mejorar mi elección, pero de hecho sería mucha más larga. Hay grandes ausentes como Los Shapis, el Indio Mayta, Silvio Rodríguez, Les Luthiers, Sui Generis, Grupo Niche, Orquesta Guayacán, Henry Fiol, Weezer, Guns n' Roses y muchos más, pero es fregado conciliar con todos. Lo siento muchachos.

Ojalá alguien se anime algún día a escuchar estas canciones y espero que sea cuando yo esté también en esta tierra del Señor para acompañarlo y tal vez pulir este repertorio. Eso sí no me pretendan imponer ni convencer de otras opciones. Por ejemplo, obligarme a que incluya a Luis Miguel, Menudo, Franco de Vita, Tego Calderón, Grupo Néctar, Gianmarco, Luis Fonsi, Pimpinela o Abba, ni hablar. Eso ni aunque estuviera muerto.

lunes, 3 de agosto de 2009

GOTAS DE BRÍO Y SUDOR PARA LA CONSERVACIÓN: UN ESFUERZO QUE DEBEMOS APOYAR


El fundo se llama "Gotas de Agua" y es propiedad del emprendedor profesor jaeno Luciano Troyes Rivera. En su terreno, ubicado a unos pocos kilómetros de Jaén, se va gestando una importante iniciativa para conservar parte de los bosques secos del Marañón. El lugar es un apacible recinto de más de 1800 hectáreas resguardadas celosamente ante el inminente avance de la agricultura en la zona. Posee un relieve de suaves colinas y un bosque seco maravilloso que se resiste a desaparecer. Pernoctar en este lugar es una experiencia muy recomendable para aquellos que, como yo, creen que aún podemos conservar y usar responsablemente nuestros recursos naturales.

El fundo “Gotas de Agua” (GdA) se ubica en la región ecológica denominada Bosque Seco del Marañón; y políticamente, en la provincia y distrito de Jaén. Limita con el distrito de Bellavista. Está situado a una altitud entre 710 y 780 msnm y en él se registra una temperatura que oscila en promedio entre los 22 y 25 °C. GdA es un terreno que permite recorrer toda su extensión a pie, en bicicleta o en moto para disfrutar de un ecosistema único que alberga a varias especies biológicas endémicas circunscritas a un reducido espacio vital. Es decir, algunas aves y árboles se encuentran únicamente en este lugar de nuestra geografía y son exclusivas de la zona. Si desaparecen, no las volveremos a ver.

Acceder a GdA es relativamente fácil, ya que se encuentra muy cerca de Jaén (a 7 kilómetros); y para llegar a esta ciudad cajamarquina se puede tomar desde Chiclayo la carretera que atraviesa el Abra Porcuya (el paso más bajo de los Andes, ubicado en el departamento de Piura a 2137 msnm) en dirección a Chachapoyas. El viaje dura alrededor de seis horas y la vía se encuentra en buen estado. La otra posibilidad es llegar por la carretera Fernando Belaúnde Terry que atraviesa Yurimaguas, Tarapoto, Moyobamba, Rioja, Chachapoyas y Bagua. Dada la cercanía de este lugar con el departamento Amazonas (divididos en gran parte por el río Marañón), existe una gran oferta de movilidad.

Gotas de sudor para sacar adelante un gran esfuerzo

El objetivo principal de GdA es conservar la flora y fauna típica de esta porción del bosque seco del Marañón y fomentar un ecoturismo responsable que asegure el uso racional de la diversidad biológica de la zona. Para eso falta recorrer un tramo engorroso y difícil marcado por el poco apoyo que el Estado otorga, a través de instituciones paquidérmicas, como el Organismo de Formalización de Propiedad Informal (COFOPRI). Pese a haber solicitado la intervención de este organismo para la titulación y reconocimiento total de los terrenos de GdA, lo cual es un paso esencial para buscar obtener la ansiada e imprescindible categoría de Área de Conservación Privada (ACP), aún no hay una respuesta concreta.

Al constituirse GdA en un ACP complementaría el espectro de conservación del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SINANPE), en especial en un ecosistema tan reducido y frágil como lo es el bosque seco del Marañón en donde la representatividad del SINANPE es casi nula, sino, nula. Si bien ya han desfilado por GdA algunas organizaciones que han ofrecido su ayuda para obtener la ansiada categoría de ACP para estar en las ligas mayores de la conservación en el país y fusionar la conservación con el buen uso de la naturaleza, urge empujar la carreta con más fuerza e ahínco.

Es por eso que a través de estas líneas hago dos invocaciones. La primera, a los que conocen este pujante proyecto, ayudemos a que se haga realidad. La segunda invocación es para todos los que aún no conocen este hermoso lugar, para que lo visiten y saquen sus propias conclusiones.

GdA es un lugar interesante para los observadores de aves, y es este un punto importante por resaltar. Según la información que he podido obtener, se tiene una cuota aceptable de aves para avistar en la zona. Y estando en el tema de esta disciplina que aumenta día a día en el Perú, debo desmentir los irresponsables comentarios lanzados por un birdwatcher extranjero que se aventuró a escribir en un grupo de interés en la web que se sintió intimidado en la zona porque algunos pobladores, “machete en mano”, lo miraron sorprendidos.

Para empezar, la mayoría de la gente local camina con su machete que es una de sus herramientas de trabajo y eso no significa que tengan malas intenciones. Además, los visitantes, como él, están en territorios ajenos, con costumbres distintas a las suyas. Que no lo olvide el gringo. Lamentablemente, gracias a este prescindible comentario, muchos "pajareros" han podido tal vez cambiar de destino y dejar visitar GdA. Espero que no. El lugar es tranquilo, doy fe de eso. Visítenlo.

Jaén, un lugar de fusiones

Tras visitar Jaén y sus alrededores me queda una sensación extraña, y es que esta tierra fértil es un lugar donde se fusiona de alguna manera lo andino con lo amazónico, sin ser ninguno de los dos conceptos a cabalidad. Es extraño, pero a su vez fabuloso, deambular por este lugar único en el planeta y más si estamos tan cerca del gran río Marañón. Su presencia se siente por doquier. El río, hecho famoso por Ciro Alegría a través de su relato "La Serpiente de Oro", publicado en 1935, es una fuerza natural imponente que inspira respeto.

Un fragmento del relato de Alegría lo certifica: "Entonces uno siente respeto hacia la correntada y entiende su rugido como una advertencia personal. Nosotros, los cholos del Marañón, escuchamos su voz con el oído atento. No sabemos donde nace ni donde muere este río que nos mataría si quisiéramos medirlo con nuestras balsas, pero ella nos habla claramente de su inmensidad". Y en este contexto cercano tenemos a GdA y a esta interesante parte del país buscando su destino.

Ante el inevitable avance de las crecientes necesidades humanas, limitadas si se quiere a la obligación de llevar alimento a los suyos, los terrenos de cultivo en el valle de Jaén crecen cada día más. Es por eso que las pocas zonas que aún albergan superficies de bosques conservados están en constante amenaza, pues ante el menor descuido pueden ser taladas para convertirse en terrenos agrícolas que, después de un tiempo, quedarían totalmente improductivos.

En los alrededores de Jaén se aprecia diversas bolsas plásticas de color azul sobre unas laderas que no hacen más que indicar las invasiones en la zona. Esos "nuevos" habitantes están ávidos a conseguir terrenos de cultivos y no tardarán mucho en seccionar y fragmentar más el bosque seco. Ante esta y otras amenazas en la tierra de la serpiente de oro urge crear un mecanismo de defensa eficaz como en GdA que demuestre que sí son conciliables la conservación y el desarrollo. Es por eso que urge lograr la ansiada categoría de ACP como primer paso.

Claro, eso no es lo único, pero sí lo primero. Inculcarle al poblador de la zona la necesidad de conservar sus bosques solo se puede hacer mediante el ejemplo y esta es una gran oportunidad. Además, por qué no aprovechar este hermoso lugar como reivindicación con la naturaleza que nos alberga. ¿No tenemos derecho acaso de "consumir" una belleza paisajística única? Claro que sí.

Finalmente, invoco nuevamente a los que puedan ayudar a dar este gran paso (ellos saben a quienes me refiero) a que le den la mano a GdA.

Artículo publicado el 03 de agosto de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=11&cod_art=1459

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